Pablo Picasso quería que sus obras estuviesen presentes en el día a día de la ciudad que le vio nacer, Málaga. Para ello, el pintor que cambió el arte contemporáneo estableció en 1953 contactos con Juan Temboury Álvarez, delegado provincial de Bellas Artes de la ciudad, aunque no fue hasta mucho después, en 2003, cuando se inauguró este reconocimiento museístico.
La colección se compone de 233 obras cedidas por la familia del pintor y 43 que se pueden disfrutar gracias a una cesión temporal por un convenio con la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA).
Además de este museo, en Málaga también se encuentra la Fundación Picasso Museo Casa Natal, una institución cultural que ofrece a los visitantes desde recuerdos infantiles del pintor, hasta una biblioteca especializada en la vida de Picasso. En Málaga no se escatima si se trata de su genio más reconocido.
Jacqueline sentada
Picasso conoció a su esposa, Jacqueline Roque Hutin, en 1952, en la tienda de la alfarería Madoura. Empezó a retratarla en 1954 y durante ese otoño se mudaron a un estudio parisiense de la Rue des Grands Augustins. En la primera quincena de octubre Picasso comenzó una serie de retratos de su nueva musa, entre ellos este, pintado el 8 de octubre.
Madre y niño
La paternidad influyó tanto en Picasso que entre 1921 y 1923 dedicó un importante grupo de obras al tema de la maternidad. Este nuevo conjunto de dibujos y pinturas refleja la alegría y el asombro del artista por ser padre de un niño llamado Paul. El niño en los brazos de su madre pasó a ser uno de los temas predilectos del artista.
Pequeña figura
Corría el año 1907 cuando Pablo Picasso visitó el que es hoy el museo del Hombre de París. En aquel encuentro, el malagueño pudo disfrutar de una amplia gama de objetos de África y Oceanía, lo que dejó huella tanto en su pintura, como en sus obras escultóricas.
Mujer con los brazos levantados
A comienzos del verano de 1936, Picasso conoció a la fotógrafa Dora Maar, la musa de esta media figura. Su cabello oscuro y corto se extiende por detrás de la cabeza como si estuviera recostada y el artista la pintara desde arriba. Lleva un vestido azul con flores y son inconfundibles sus largas pestañas y su acusado mentón.
El Museo Picasso Málaga se ha consolidado como el primer centro de arte en número de visitantes de Andalucía, obteniendo en 2015 los mejores resultados de visitantes de su historia. Su colección, las exposiciones y actividades culturales y educativas, y la apertura todos los días de la semana han sido factores decisivos para este incremento del 19,25% respecto a 2014.
Esto, unido a mejoras sustanciales en la política de promoción, hicieron posible que durante el año 2015 un total de 489.610 personas se acercaran hasta el Palacio de Buenavista.
Con la rehabilitación del Palacio de los Condes de Buenavista, la capital malagueña y el mundo recuperaron un espacio único para albergar parte de la obra de un autor tan singular y universal en el arte del siglo XX como Picasso. Ferrovial fue el encargado de llevarla a cabo.
Las actuaciones en el Palacio, construido entre 1530 y 1540, consistieron en la restauración de su estructura horizontal, la consolidación y el nuevo montaje del torreón mudéjar, la construcción de un nuevo edificio en la zona oriental del palacio y la remodelación de otros, conservando las fachadas principales alrededor del Postigo de San Agustín.
El Pimpi
«Si me pierdo una tarde en Málaga, en el Pimpi me encontrarán». Con estas palabras grabadas en la tapa de una de las barricas que adornan las paredes de esta bodega, el escritor Antonio Gala perfiló a la perfección el espíritu del Pimpi. La laberíntica disposición de las estancias del lugar invitan a perderse buscando el rincón adecuado para regar las gargantas con un buen vino moscatel, tan dulce como el carácter de los parroquianos. Si se logra una mesa en el codiciado ‘palomar’, no sólo se deleitará su gusto y su olfato con los sabores costasoleños, sino también a su oído y vista disfrutando de los espectáculos flamencos que cautivan a los locales.
Alcazaba y Gibralfaro
Procure salir del Pimpi por la puerta de la calle Alcazabilla. Alce la mirada. Y de un sólo vistazo comprenderá el carácter cosmopolita y abierto de una Málaga que por su singular orografía ha crecido hacia ambos lados de la bahía, como si quisiera abrazar a todos los visitantes que se aproximan desde el mar. Muchas son las civilizaciones que decidieron asentarse en la metrópoli y todas quisieron dejar su personal impronta en la ciudad del paraíso, como la definió el premio Nobel Vicente Aleixandre. La citada postal que se vislumbra desde la puerta de El Pimpi la dibujan la Alcazaba y Gibralfaro, fortalezas de la época árabe, el Teatro Romano y unas pequeñas ruinas fenicias que asoman desde el pavimento gracias a una cúpula de cristal construida para el disfrute de las mismas.
Los baños del Carmen
Luz, mar y arena componen el cóctel perfecto que caracteriza a este enclave emblemático de una ciudad que vive abrazada al Mediterráneo. En esta pequeña playa, que sirvió de pista de baile para las fiestas más exclusivas de principios del siglo XX, podrá probar uno de los platos más típicos de Málaga: los espetos, cinco o seis sardinas ensartadas en media caña y puestas al fuego que embriagan con su inconfundible olor todo el litoral malacitano. Aunque para disfrutar de Los Baños del Carmen no es necesario sentarse en la terraza de ‘El Balneario’, basta con sentarse en la arena con un par de cervezas Victoria y disfrutar viendo como los rayos de luz de la puesta de sol se enredan con las columnas toscanas que decoran el arenal.
Construyendo Cultura es una guía informativa impulsada por Ferrovial para dar a conocer algunos de los museos españoles más relevantes.
