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Alumnos mediadores, la fórmula para frenar el bullying antes de que llegue
Un instituto de Madrid ha decidido implicar a sus alumnos en la resolución de conflictos para evitar que el bullying llegue a casos extremos. Estudiantes mediadores que se encargan de que las partes implicadas lleguen a un acuerdo y lo respeten
ntrar al instituto de Las Musas (Madrid) es ir quitándose una a una todas las ideas que uno recuerda de su centro. Aquí no hay paredes para dividir las clases, hay cristales. Pasear por sus pasillos es ver en todo momento lo que está haciendo cada grupo. Pero no es una idea para controlar a los alumnos. Los despachos y la jefatura de estudios también han eliminado el ladrillo. La idea es tener un espacio abierto, una base física para fomentar el buen entendimiento. Una base que ha servido, también, para consolidar un proyecto para atajar el acoso escolar antes de que llegue. Llevan cinco años apostando porque sean los propios alumnos los que frenen el bullying mediando en los diferentes conflictos.
Fue Marta González quien decidió traer este programa a Las Musas después de haber probado sus beneficios en otro centro de Alameda de Osuna. Era el curso 2012/2013 y tres alumnos por cada clase de 4º de la ESO fueron los responsables de iniciar su andadura. Hoy son 36. “Les formamos para que sepan solucionar conflictos”, explica Marta, profesora de educación física y actual jefa de estudios del centro. “A los más pequeños les decimos que observen, que estén pendientes de lo que pasa en patios, pasillos... Y si hay algún conflicto que nos lo trasladen o lo intenten resolver ellos. Si sucede algo importante, pasa a los mediadores más mayores, que establecen una hora y un día para una mediación”.
“Tienen que llegar a una solución pero no deben imponerles nada. Tras el acuerdo, hacen un seguimiento de 15 días”
El mediador escucha a las dos partes por separado y después tienen un encuentro con los dos para llegar a una solución. “Asociaciones del barrio como La Rueca les dan herramientas para ese momento, como el parafraseo -volver a repetir lo que el compañero dice para que sepa que le estás escuchando-. Tienen que llegar a una solución pero no deben imponerles nada. Tras el acuerdo, hacen un seguimiento de 15 días”.
Paula Gómez está en 4º de la ESO y es mediadora. “Dos chicos discutieron y uno de ellos me pidió si podía ayudarles. Hablé primero con él. Después le pregunté al otro chico si quería una mediación. Nos juntamos los tres. La solución no era volver a ser amigos, sino resolver los malentendidos y acordar que se iban a respetar”.
“Antes llegabas a casa y descansabas pero ahora en las redes te siguen acosando. Es lo peor que te puede pasar”
Según la jefa de estudios, “la comunicación entre dos adolescentes va a ser siempre más fluida que entre el adolescente y el adulto”. Y los resultados ya son palpables. Malena Lucas es alumna de bachillerato y una de aquellas pioneras que comenzó en el programa. Este es su quinto año y en los últimos tres no ha tenido ni un conflicto en su clase. “Vamos madurando”, reconoce. Ellos mismos ven cómo en los primeros cursos la batalla campal empieza por un boli o por un balón mientras que en el resto de cursos los conflictos viene por las redes sociales. Y aquí también tienen que estar pendientes. Cuando en el grupo de Whatsapp de su clase empieza una discusión, su labor es poner la imagen del proyecto de mediación para indicar que la discusión tiene que parar.
“El bullying en las redes sociales es lo peor que te puede pasar”, reconoce otra de las mediadoras, Yumara Cazorla, de 13 años. “Antes llegabas a casa y descansabas pero ahora en las redes te siguen acosando”. Yumara fue también una de las alumnas que, en el último año de colegio, recibió la visita de estos mediadores. Le contaron el proyecto y resolvieron dudas de cómo es la vida del instituto. “Si no tienes hermanos aquí no sabes lo que es. Yo me quedé mucho más tranquila cuando les escuché. No era para tanto”.
“El objetivo no es disminuir los conflictos, porque existen, es enseñarles a tratarlos”
Mediación y difusión del proyecto en los colegios de la zona son dos patas de este programa. La tercera es identificar si algún alumno está solo. “Esa parte les cuesta algo más pero les decimos que acompañen a ese alumno, por lo menos los primeros días. No todos tienen la capacidad de socializarse de la misma manera”, explica Marta González. “Después tienen que observar a los grupos del patio y si las características de esa persona encajan con alguno de ellos, deben ir introduciéndole. Al final lo consiguen”.
Este proyecto les da todo el protagonismo a ellos, les involucra en los problemas de su centro. “El objetivo no es disminuir los conflictos, porque existen, es enseñarles a tratarlos. Y poco a poco va calando la idea de que la violencia y el desprecio no es el fin. Por eso los mayores dicen que casi no hay conflictos, porque trabajamos de manera muy intensa con los pequeños”, apunta la jefa de estudios.
Y ellos se sienten reconfortados con su tarea. Ismael Lucas, de segundo de la ESO, dice que “al final te acaban teniendo respeto porque ayudas a la gente”. Clara Benítez, de tercero, reconoce que “ver la confianza que tienen en nosotros cuando hay un problema me hace sentir bien, estoy haciendo bien mi trabajo”. ¿El próximo objetivo? Que no solo se impliquen las niñas. Este año han tenido que obligar a que de los dos mediadores por clase, uno sea chico.