Es uno de esos problemas a los que casi nunca damos toda la atención que se merece, pero lo tenemos muy cerca. Concretamente, sobre nuestras cabezas y a escasos centímetros de la nariz.
El aire que respiramos no solo perjudica muy seriamente nuestra salud, sino que en ocasiones incluso llega a matarnos. Plantear soluciones se antoja más urgente que nunca ya que la calidad del aire es un problema que afecta a todos.
Las cifras son innegables: según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 92% de la población mundial vive en lugares cuyos niveles de calidad del aire están por debajo de los estándares fijados por la propia organización. Dicho informe llega a esta conclusión tras analizar los datos procedentes de las mediciones por satélite, de los modelos de transporte aéreo y de los monitores de estaciones terrestres en relación con más de 3.000 ubicaciones, tanto rurales como urbanas.
Y es que cerca de tres millones de muertes al año están relacionadas con la exposición a la contaminación de aire de exteriores. El 94% de estas muertes se deben a enfermedades no transmisibles, sobre todo enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, la neumopatía obstructiva crónica y el cáncer de pulmón. Además, la contaminación del aire también aumenta el riesgo de infecciones respiratorias agudas.
En cifras
92%
de la población
mundial respira
un aire contaminado
En España los datos también son alarmantes. Según la OMS, cerca de 7.000 españoles mueren cada año como consecuencia directa de las enfermedades provocadas de manera directa por la contaminación del aire que respiramos. En su último año analizado, de hecho, fueron 6.681 las personas que murieron por este tipo de enfermedades en nuestro país.
Además, de manera indirecta, la contaminación atmosférica está detrás de más de 30.000 muertes prematuras que se produjeron en España en 2016, según el último informe de la Agencia Europea de Medioambiente (AEMA).
Pulsa para ver la calidad del aire en las diferentes capitales mundiales
ComenzarAgentes contaminantes
Aunque el compuesto químico más conocido es el dióxido de carbono y se habla mucho de los efectos que provocan los vertidos excesivos de este contaminante a la atmósfera, hay otros, igual o más peligrosos, que tienen efectos realmente perjudiciales para la salud.
PARTÍCULAS SÓLIDAS (PM)
Una de las más perjudiciales. Según la OMS, su mayor fuente procede de la quema de leña y otros combustibles de biomasa. El mayor peligro reside en las partículas sólidas de 10 micrones de diámetro (PM10) o menos, especialmente las de 2.5 micrones (PM2.5), que pueden alojarse en el interior de los pulmones.
DIÓXIDO DE AZUFRE (SO2)
Este contaminante depende, sobre todo, de la actividad humana. Se encuentra muy frecuentemente en la quema de combustibles que contienen azufre, especialmente el gasóleo, la calefacción y la generación de electricidad y transporte. El dióxido de azufre puede afectar al sistema respiratorio y a las funciones pulmonares, además de causar irritación ocular y cardiopatías.
DIÓXIDO DE NITRÓGENO (NO2)
Tras un proceso genérico de combustión, el dióxido de nitrógeno reacciona con la luz solar formando ozono a nivel del suelo, uno de los principales componentes de la niebla tóxica. Este alto contaminante causa bronquitis en niños asmáticos y disminuye la función pulmonar.
El principal enemigo
La mayor parte de la contaminación atmosférica que sufrimos a diario procede de la actividad humana. Sin embargo, la mayoría de fuentes de contaminación del aire exterior están más allá del propio control de las personas.
Y es que, según los datos de la OMS, el 65% de la contaminación de nuestro aire tiene un responsable directo: el transporte por carretera. El resto de la polución se achaca a otras actividades como la quema de biomasa y carbón para cocinar o como medio de calefacción, la industria de pequeños fabricantes, la quema de madera y carbón para calentar los hogares (sobre todo en las zonas rurales) y la actividad de las centrales eléctricas que usan carbón.
El transporte
por carretera genera
el 65% de la
contaminación del aire
Según Xavier Querol, profesor de investigación del Consejo Superior Investigaciones Científicas (CSIC) y del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), el problema de la calidad del aire en el transporte por carretera se debe a factores como la alta densidad de vehículos de ciudades como Madrid (con 2.100 turismos matriculados por kilómetro cuadrado) y Barcelona (5.700), la alta proporción de turismos diésel en nuestras flotas (65%) o el fracaso de la política europea en cuanto a reducción de emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2) de los turismos diésel.
Además, Querol también critica “el escaso desarrollo de políticas que generen un transporte público metropolitano atractivo (económico, rápido y confortable) y que desarrollen una logística de reparto de mercancías y de despliegue del taxi que incluyan seriamente criterios ambientales”.
Alternativas
Los vehículos
de gas natural
emiten un 93% menos
de PM que un diesel
Coches eléctricos
Los coches eléctricos cuentan a su favor con la sencillez de su uso y su reducida contaminación, pero una de sus mayores desventajas radica en la falta de incentivos y de emplazamientos para cargar los vehículos.
España no cuenta con datos oficiales sobre el número absoluto de vehículos eléctricos en funcionamiento, pero varios análisis estiman que podríamos estar ligeramente por encima de los 10.000 u 11.000 vehículos de este tipo. Y la tendencia no para de crecer: según la asociación de fabricantes Anfac, en 2016 se produjo la matriculación de 4.746 vehículos eléctricos en España, lo que representa un crecimiento del 51,5% respecto a 2015. También van creciendo los híbridos: en 2016 se matricularon 31.019 vehículos, un 68% más que en 2015.
En cualquier caso, las cifras siguen siendo insuficientes. En realidad, los 4.746 coches eléctricos vendidos en 2016 apenas representaron el 0,4% de las matriculaciones. Además, nuestro país cuenta con poco más de 1.700 puntos de recarga en la vía pública, frente a los 18.000 de Holanda o los 7.000 de Noruega, según el informe ‘Un modelo de transporte descarbonizado para España en 2050’, elaborado por Deloitte.
Por ello, la progresión debe seguir creciendo: según Deloitte, España debe tener 300.000 coches eléctricos en 2020 para ser capaz de luchar contra el cambio climático.
1.
Gas natural
El gas natural se ha convertido en una de las mejores alternativas. Según el estudio ‘El papel del gas natural en una economía española baja en emisiones’, elaborado por KPMG y Sedigas, esta energía mejora la calidad del aire, ya que los vehículos propulsados por gas natural emiten, en comparación con los de diesel, un 60% menos de óxidos de nitrógeno (NOx), un 97% menos de dióxido de azufre (SO2) y un 93% menos de partículas en suspensión (PM), relacionados con problemas de salud respiratorios. Y en comparación con los vehículos de gasolina, emiten un 20% menos de dióxido de carbono (CO2). También reduce casi a cero las emisiones de NO2, componente que también determina la mala calidad del aire de nuestras ciudades.
Según la Asociación Europea del Gas Vehicular (NGVA Europe), en el mundo hay más de 22 millones de vehículos que funcionan con gas natural, y la previsión es que superen los 200 millones en 2030.
Dentro de nuestras fronteras, las matriculaciones de estos vehículos aumentaron un 133% en 2016, según datos de la Asociación Ibérica de Gas Natural para la Movilidad (GASNAM). España dispone en la actualidad de 117 estaciones de servicio que suministran gas natural para vehículos. De hecho, la sustitución del 5% del parque de vehículos pesados y turismos de gasolina y diésel por un parque de gas natural supondría una reducción de emisiones de todos los gases contaminantes de entre un 1,5% y un 5%, según el informe ‘Calidad del aire en las ciudades españolas: Transporte urbano, sector residencial y terciario’.
2.
Transporte colaborativo
La popularización de la tecnología ha traído consigo una interesantísima tendencia: la proliferación de plataformas que conectan a usuarios para que compartan productos y recursos. En los desplazamientos por carretera existen aplicaciones que ponen en contacto a diversos usuarios para que compartan vehículo en sus desplazamientos de largo recorrido. Una alternativa con la que todo el mundo gana: el conductor llena su coche y comparte gastos, los pasajeros se ahorran dinero y, entre todos, consiguen hacerle un favor al medioambiente
Para los desplazamientos dentro de la ciudad hay otras alternativas. Si tienes carnet de conducir pero no quieres coger el coche, puedes recurrir a plataformas con las que puedes alquilar un coche eléctrico por minutos y aparcarlo sin complicaciones para que otro usuario lo coja cuando tú lo dejes. Una solución muy útil para acabar con las interminables filas de coches que inundan las grandes ciudades con un solo pasajero (el conductor) en su interior.
3.
Transporte público
El transporte público es la alternativa más veterana de todas, pero también la más frecuente y una de las más eficientes. Y es que el transporte en autobús, metro o tren de cercanías ayuda a la descongestión de las ciudades, que se ahorran el equivalente al tránsito de los potenciales automóviles que podrían estar circulando en ese momento por las carreteras. Si a eso le sumamos la proliferación de vehículos de transporte público más eficientes, como los autobuses eléctricos, todos salimos ganando.
Para aquellos usuarios que necesiten moverse entre dos puntos muy concretos pero en muy poco tiempo, existen otras soluciones como el taxi o los vehículos VTC. Alternativas en las que cada vez es más frecuente encontrarse con modelos eléctricos.
Por último, los que quieran renunciar por completo a los vehículos motorizados pueden recurrir a la bicicleta. A día de hoy son varias las ciudades que facilitan en sus vías el tránsito de este tipo de medio de transporte, o que incluso ponen a disposición las suyas propias para que los ciudadanos hagan uso de ellas.